Éxito en la presentación de Notas al margen, del escritor Carlos Pérez Torres, en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés
El pasado 11 de mayo tuvo lugar en la sede de Ámbito Cultural de El Corte Inglés, la presentación de Notas al margen, el último libro del escritor Carlos Pérez Torres.
El acto fue presentado por el poeta, profesor y académico Francisco Ruíz Noguera, al que acompañó el editor Miguel Ángel Magnani. El público asistente participó activamente, demostrando su interés por la obra del autor. Notas al margen es un libro con un enfoque original que está teniendo una aceptación extraordinaria entre todo tipo de público, especialmente entre los amantes de la pintura y del género de los relatos cortos.
Notas al margen es una colección de relatos cortos basados en cuadros de grandes artistas, en los que una mujer siempre es víctima de alguna situación de agravio, de opresión o desigualdad. Cada historia es como un cortometraje y cada cuadro es como un fotograma, el momento decisivo que sirve en cada texto como punto de partida o de llegada.
NOTAS AL VUELO SOBRE “NOTAS AL MARGEN”
(Francisco Ruiz Noguera)
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En la introducción que escribe el autor se explican y justifican con claridad las razones que han movido este libro. En primer lugar, apunta al maridaje entre las dos artes que aquí entran en juego. Dice Carlos: “Siempre he pensado que la pintura y la literatura son las dos bellas artes que pueden hermanarse con mayor naturalidad y mejores resultados”.
Y en segundo lugar, otro fragmento apunta a lo sustantivo de lo planteado en el libro, tanto en su faceta plástica como en la literaria. Escribe Carlos que “en todas las obras elegidas, las mujeres son protagonistas, y en los relatos inspirados por esas imágenes se presentan casos de opresión, de discriminación, de violencia… en las que ellas son siempre las víctimas de unas estructuras heredadas…”.
Son de interés las citas que abren el libro, tres citas iniciales sobre la conciliación de justicia y libertad, sobre la identificación de realidad y ficción, y sobre el hacer viva la pintura, respectivamente de Albert Camus, Rosa Montero y Paul Cezanne; citas que presiden como elementos paratextuales este libro, y ya sabemos que los elementos paratextuales, no solo cumplen una función de acompañamiento, orientando sobre el sentido o intencionalidad del libro, sino que además pertenecen al texto mismo: así en este caso, en que los elementos mencionados, justicia y libertad, realidad y ficción, pintura y vida, son elementos que cruzan los 24 relatos de este libro.
Hablé antes del maridaje entre literatura y pintura; desde este punto de vista, Notas al margen se inserta en una tradición antiquísima que podríamos decir que, con diferentes orientaciones, atraviesa toda la historia de la cultura; por ir a lo relativamente próximo, esta relación tuvo especial relevancia a partir del simbolismo desde mediados del siglo XIX, con el antecedente de la obra visionaria del británico William Blake y el caso de los prerrafaelistas ingleses, en especial el poeta y pintor Dante Gabriel Rossetti y sus intertextualidades en ambos sentidos. Es sobre todo la escuela simbolista francesa, tanto en lo literario como en lo pictórico, la que nutre los lazos de ese maridaje, y en la estirpe de ese maridaje se inserta este libro de relatos de Carlos Pérez Torres, aunque en este caso creo que se añade, como novedad, el propiciar no solo la relación artística, sino también la reflexión de carácter social y de denuncia.
El libro recoge, por una parte, un recorrido por la historia de la pintura desde finales del siglo XIX (la primera obra recreada es “El día después”, de 1895, del noruego Edvard Munch) hasta principios del XXI (la última obra es “Las mujeres de Ravensbrück”, de 2008, de la austriaca Ceija Stojka). Entre ambos se establece una especie de periplo que, a través de las obras de 12 pintores y 12 pintoras, incluye a clásicos modernos (como Munch, Picasso, Sorolla, Matisse, Dalí, Natalia Goncharova, Tamara de Lempicka, María Blanchard, Maruja Mallo o Edward Hopper) junto a otros nombres que, en algunos casos, son auténticos descubrimientos para los no especialistas (como los casos de Olga Sacharoff, Jane Petersen, Ángeles Santos, Rosario de Velasco, Pan Yuliang, Dorothea Tanning, Kay Sage o Ceija Stojka), e incluso, finalmente, otros más cercanos a nuestro ámbito, como George Campbell, Stefan von Reiswitz, Rafael Pérez Estrada o Enrique Pérez Almeda: una notabilísima galería que transita por los diversos estilos que se han dado en el tiempo que abarca ese siglo largo que la datación de estas obras conlleva: el expresionismo alemán (Munch, Kirchner), el impresionismo (Sorolla), la influencia del fauvismo y de cierto puntillismo (en el juvenil Picasso), las distintas manifestaciones de la vanguardia rusa, futurismo o rayonismo (Goncharova), el post fauvismo atemperado (Matisse), el cubismo (María Blanchard), el surrealismo, la neofiguración o vuelta al clasicismo (Dalí, Ángeles Santos, Olga Sacharoff, Rosario de Velasco), el art déco (Tamara de Lempicka), el surrealismo ortodoxo y postsurrealismo (Maruja Mallo, Dorothea Tanning, Kay Sage), el impresionismo y expresionismo norteamericanos (Jane Petersen), el expresionismo indigenista (Eduardo Kingman), el llamado neorrealismo americano (Hopper), la figuración naturalista, la pintura matérica o el informalismo (Stefan), la abstracción (Pérez Estrada), el neoimpresionismo (Pérez Almeda) o el inclasificable postfauvismo con cercanía al naïf (Ceija Stojka).
Como digo, una completísima galería que figura reproducida en el volumen, bien en la forma tradicionalmente impresa, o bien con los medios técnicos informáticos de los que hoy disponemos (en este caso los códigos QR), para que quien lee pueda estar orientado en cualquier momento en este periplo de lo pictórico. Es de esa estupenda galería de la que va a surgir la principal faceta de este libro: la literaria.
Cada una de esas 24 obras pictóricas va a generar otras tantas recreaciones literarias. Y hablo de recreación, y no de glosa. El mecanismo es claro: el autor, con el propósito de denunciar una situación social determinada (en este caso, la discriminación de la mujer), ha llevado a cabo una cuidadosa selección de obras en las que la figura femenina es la protagonista. En principio, por lo general, en esas obras no está de forma explícita ese sentido discriminatorio. No estamos ante una glosa de lo que en el cuadro sucede, o sea, de algo que de forma evidente pudiera inferirse de lo expresado en el cuadro, sino de una creación nueva que, aunque basada en la contemplación que el autor ha hecho de la obra, ha sido levantada con el motor de su imaginación como autor literario. No se trata, pues, de recurrir al texto (pictórico) como pretexto (literario), sino en todo caso, un procurar que el texto pictórico (o sea, el cuadro) haya propiciado la activación imaginativa del escritor para la generación de un texto literario que, aunque con guiños, sobre todo en lo descriptivo, es de hecho un texto no dependiente, ya que su autonomía es total (muy especialmente en el contenido).
La vinculación que puede aducirse en lo artístico tiene que ver con las distintas formas expresivas que estos relatos adoptan, formas expresivas que siempre procuran estar en relación con los usos sociales y literarios propios del tiempo en que las obras pictóricas están fechadas. En este sentido, al igual que los cuadros de referencia conforman, como dije, una galería de los distintos estilos pictóricos de aproximadamente un siglo, los relatos conforman también un valioso muestrario de distintas técnicas de escritura.
Por una parte, con respecto al punto de vista, la más frecuente es la narración en tercera persona por un narrador onmisciente (por ejemplo, en “Calle de Moscú” o en “Una artista”); en otros casos, esa narración en tercera persona adopta un formato casi cercano a la crónica (en “El turbante verde”) e incluso la tercera persona se implica en un claro enfoque reflexivo (en “Habitación de hotel”).
Junto a ella, encontramos la narración en primera persona por la propia protagonista del relato (en “Mujer delante de una pecera, o “La niña dormida sobre la mesa”), o también en primera persona, pero por un coprotagonista que narra la historia de la mujer que es el centro de la acción (en “El día después” o “La espera”), o bien la primera persona da paso al texto memorialístico de un traficante de esclavos (en “Cabeza de mujer negra”), o, en fin, el formato epistolar (en “Madge”).
Por otra parte, en cuanto al estilo, encontramos, junto a las formas propias del cuadro de costumbres a lo Estébanez Calderón o Arturo Reyes (en “Mocita andaluza”), la elegante prosa similar a la del gran mundo de las novelas norteamericanas de la alta clase social (en “La respuesta”), la elaboradísima prosa con mezcla, por una parte, de anotaciones personales de diario y, por otra, de riguroso informe técnico de una alta ejecutiva de empresa (en “Equipo de expertos”), la inquietante y un tanto misteriosa historia de “Consuelo”, el sometimiento y la crueldad infantil (en “Niños pobres”), el juego de fuerzas en las relaciones familiares (en “Retrato de familia”), lo mental y lo onírico (en “La transición”), la explotación y el abuso (en “El abrazo”), o el tono amical, lírico y a la vez trágico, de “Adán y Eva”, con el bolero de los últimos años 20 “Júrame”, de la mexicana María Grever, como música de fondo.
En relación con esto, hay que destacar que, para la elaboración de muchas de las historias, ha habido evidentemente una rigurosa labor de documentación histórica, social y artística. Asimismo, no deja de ser relevante la frecuencia de relatos con finales relativamente abruptos: historias cuya conclusión queda sugerida, o que tienen finales abiertos que los lectores deben completar.
Un libro, en fin, que creo que puede tener tres formas de lectura: los relatos en sí mismos, de forma independiente; las obras plásticas en sí mismas, también de forma independiente; y los relatos en conexión con los cuadros de referencia.
El título del libro que presentamos se extrae de las palabras finales del último relato, que rememora con el campo de concentración de Ravensbrück, exclusivamente para mujeres, una realidad histórica terrible. Son palabras que tratan sobre la enseñanza moral que la historia diaria, la que no está en los grandes hechos de relumbrón (la intrahistoria, que diría Unamuno) puede aportarnos. Escribe Carlos en esas palabras finales del libro: “Igual de importante es celebrar las páginas centrales de la historia que fijarse en las notas al margen”.
Pues bien, estas son las Notas al margen, pero sustantivas, a las que se refiere este libro, una obra altamente recomendable que gustará, de seguro, a los amantes de la literatura, la pintura, la historia y la sociología.